VALORES
DEMOCRÁTICOS EN EL AULA
Los modelos de comportamiento
cívico y los valores democráticos deben estar presentes en el día a día de los
estudiantes, ser elemento de las prácticas en la escuela, en la familia y en la
sociedad.
En la escuela se enseña valores para que aprendan a convivir con el
otro a convivir respetando las leyes para vivir ordenadamente y pacíficamente
en sociedad y no sólo aprende conocimientos. Porque una de las funciones de la
escuela, es, entre otras, educar para la democracia, y está referida al
desarrollo de las capacidades y habilidades para una
convivencia social fundada en la Justicia,
paz, libertad respeto, solidaridad, tolerancia entre otros valores.
Una auténtica educación en valores
comienza por valorar al otro. Confiar en nuestros jóvenes, escucharlos
abiertamente, estar dispuestos a aprender también de ellos es el primer paso de
una educación en valores con posibilidades de éxito. Sólo en ese contexto respetuoso
y de apertura puede adoptarse luego una postura no neutral sino crítica frente
a la cultura juvenil en aquello que amenace los valores de la democracia: la
discriminación, el abuso de poder, la falta de respeto por la ley, la
violencia, la falta de valoración del esfuerzo y del trabajo.
Nuestra experiencia cotidiana como
sociedad peruana indica que aún tenemos mucho camino por recorrer para que eche
raíces entre nosotros una cultura democrática. Nos faltan prácticas sociales
que hagan presentes los valores democráticos en nuestra convivencia cotidiana.
Para ello es necesario abrir, renovar y someter a crítica algunos hábitos
sociales adquiridos. En nuestra patria hay tradiciones que vienen de varios
siglos de historia y se remontan más allá de nuestro pasado colonial y que no
se dejan describir con los moldes modernos y entran incluso en conflicto con
las aperturas que produce una sociedad democrática. Una educación en valores
que quiera echar raíces en la vida cotidiana se sitúa en este contexto de
diálogo intercultural. Se trata de establecer un diálogo entre tradiciones muy
ricas, con fuerte acento comunitario, raíces territoriales profundas y fuertes,
creencias colectivas y la cultura democrática que tiene carácter menos
territorial y más universal.
La escuela tiene mucho para
enseñar y aprender acerca del respeto. En ella también hay normas y, por lo
tanto, tienen que existir límites y sanciones. Pero la formación en la cultura
democrática no exige sólo que no haya impunidad en la escuela, también exige
que las normas estén abiertas a debate, que se argumente su sentido, que se
haga un contrato educativo entre todos los afectados por la tarea escolar:
directivos, docentes, alumnos, familias, personal auxiliar. Educar en valores
no es emprender un camino regresivo. Educar en valores es avanzar en la
construcción de una cultura democrática que impregne nuestra vida cotidiana
estableciendo un intercambio respetuoso que acepte la pluralidad y construya
nuevos consensos sociales. Un encuentro enriquecedor entre memoria, presente y
proyectos comunes.
La participación democrática en la
institución escolar se entiende, como un proceso abierto transformativo, en el
que los estudiantes, junto con los profesores, lleven a cabo una educación en
valores democráticos y éticos específica, orientada a capacitarse para una buena ciudadanía y por
extensión a una mejor convivencia en la Institución. Para ello, en el aula se
ha de potenciar la capacidad de incidir realmente y directamente en los
procesos de participación y en la toma de decisiones: “Es, en definitiva,
desarrollar una cultura preventiva construida en torno a la participación.
La educación en
valores democráticos ha de incluir también la apertura a la solidaridad,
partiendo del mundo afectivo personal en redes concretas de mayor a menor
cercanía y de envergadura y amplitud crecientes (familia, grupo de amigos,
clase, centro escolar, barrio, asociaciones de menor a mayor radio, incluyendo
la cooperación solidaria con el tercer y cuarto mundos…), siempre en la
perspectiva de una participación real y concreta, aunque sea limitada, y
procurando traducir a la vida cotidiana la “ética del cuidado”, la dedicación a
los demás, de tantas y tan sugerentes aplicaciones. El “enganche” de la actitud
solidaria con el mundo personal y afectivo del estudiante.
Educar para los
valores democráticos en la vida cotidiana es, sobre todo, educar en la
participación, vinculándola a la formación de una opinión basada en argumentos
y reflexionando sobre dicha participación. Participar es, asimismo, dialogar,
ser escuchados y consultados, contribuir a la toma de decisiones, también y
especialmente en el difícil campo de la resolución de conflictos.
En la vida cotidiana se hallan
los rudimentos de la paz y de la solidaridad, que constituyen la base de la
única democracia posible para la plena y auténtica vigencia de los derechos
humanos. La paz es fruto de la solidaridad. La convivencia en una sociedad y la
convivencia necesitan del compromiso y de la participación de todos los hombres
y mujeres en la construcción conjunta, corresponsable, unida, de un mundo
mejor.
este tema es muy importante ya que nos enseña a vivir en democracia paz tolerancia solidaridad y respeto hacia los demás en nuestra sociedad y a construir una sociedad con valores
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